Hace unos días, a mi casilla de mensajes, llegó un pedido de auxilio de una maestra del interior profundo de la provincia de Santa Fe. Ella es una docente muy dedicada, con muchos años frente al aula, acompañando a los niños pequeños a dar sus primeros pasos dentro del programa de escolarización provincial. Justamente por estas características suyas, para este año le habían asignado una alumna china, que empezaba su primer grado de la escuela primaria.
En el mensaje me contaba que la niña habla algo de castellano, pero su mamá ni una palabra y que le había mandado un mensaje escrito en un idioma, que no podía traducir, aún cuando había intentado hacerlo, usando la aplicación de Google Translate desde su teléfono celular.
Mi primera idea fue colocar el mensaje, como estaba escrito, en un traductor de Google, usando una PC y para mi sorpresa, la respuesta fue que se trataba del idioma vietnamita y no del chino. Adicionalmente el traductor me devolvía las mismas palabras, como si fueran intraducibles al español.
La siguiente estrategia ensayada, fue postear el problema en Facebook pidiendo ayuda, sabiendo que en esa red tengo vínculos con muchísimos amigos/contactos que son docentes de diferentes materias y en diferentes niveles.
Debo decir que cada vez que hago esto por algún tema, las respuestas no paran de sorprenderme. Esta vez la traducción del mensaje que Google no podía resolver, llegó desde Zurich: una amiga de mis años de residencia en Traslasierra, que vive en la localidad de Villa Cura Brochero, tiene un hijo que es ingeniero y está trabajando en Zurich. Ella respondió a mi llamado contándome que su hijo tiene un compañero de trabajo que es vietnamita y ofreció pedirle que traduzca las tres líneas del mensaje.
Pero adicionalmente, mi pedido de ayuda en Facebook tuvo una gran diversidad de respuestas con alternativas de estrategias, referencias de especialistas a consultar y datos de aplicaciones tecnológicas suficientes como para andamiar el trabajo (arduo, si los hay) de esta docente que necesita construir una relación de comunicación fluida con esa mamá, para ayudar a educar a esa hija.
A partir de este episodio pensé re-ensayar una definición acerca de lo que estamos nombrando cuando hablamos de mediaciones tecnológicas, o de subjetividad y tecnología:
Para la mayoría de nosotros, la tecnología es una capa cultural constituida por lo que hace la gente que cada uno conoce, con los aparatos y las herramientas que tienen a su alcance.
Ahí están incluídos (y mezclados) los ritos, los mitos, los saberes experimentales, los equívocos, las interpretaciones y los modos de transmisión de los que habla la antropología con la expresión «tecnicidad».
De más está decir que esa información no está ni estará en Google, porque se trata saberes alojados en la experiencia de la práctica de cada persona.
Esta mirada es, también, la gran ausente en los planes de alfabetización digital que conozco.
Como se ve, no es Google quien te muestra el camino de la respuesta (buscando páginas subidas a la Web), sino Facebook, que te permite poner la consulta frente a la comunidad que hayas logrado construir.
En definitiva. No es la tecnología que está ahí, en algún lugar, disponible; sino lo que hayas hecho vos conectando gente, trabajando dentro de una red social. Todo lo que sabemos, lo sabemos entre todos.
Esta es la razón por la cual, la segunda cosa que tenés que hacer, después de obtener una cuenta de usuario en una red social, es empezar a trabajar en la construcción de tu propia comunidad, de acuerdo a tus propios intereses.
Este hangout contiene algunas ideas al respecto:
Ver también: calidad de atención al cliente como atributo ; HostDime Argentina
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